jueves, 28 de enero de 2010

Fútbol

Hoy es nuestro primer partido. Adrián organizó un equipo y me invitó a jugar. Debo decir que he estado sólamente en un equipo antes de este por diversas razones. Las principales son que la forma de ver el fútbol de la mayor parte de las personas que juegan en las ligas amateurs es muy diferente a la que yo tengo. Desde niño jugué con entusiasmo en la primaria y en la secundaria y después en el estacionamiento del CCH Sur. Recuerdo que en los dos primeros años de la primaria la escuela organizaba un pequeño torneo las últimas semanas del ciclo escolar y cómo tuve una pesadilla al respecto: el partido comenzaba en el "segundo patio", es decir en el patio de los niños grandes pero la cancha tenía el pasto altísimo, de modo que sentía una gran deseseparación porque no podía controlar el balón ni correr rápidamente. ¡Qué frustración! Al final no sucedió eso pero no ganamos el torneo de los niños de primero. Después en la secundaria recuerdo con mucho cariño esos partidos en el patio. Mientras se concretaban jamás pensé que recordaría esos minutos con tanta intensidad por tantos años.  ¿Cómo olvidar esos partidos en la casa de Dorian cuando nos dejaban salir una hora antes por la falta de algún maestro? ¿Cómo olvidar esas risas descontroladas del Pachochas tirado sobre el pasto porque Adrián alias La Puerca falló un gol franco? Hice varios goles en esa época pero recuerdo muy claramente uno, cuando desbordé por la derecha, pateé la pelota con enjundia y se fue al fondo, pasando por el ángulo superior izquierdo de la portería. Paco se llevó las manos a la cabeza porque era del equipo contrario. Después en el CCH, en los últimos dos semestres los viernes íbamos religiosamente al estacionamiento con los Joyner, Zendejas, Olmo, Bello, Puga, el lobo y tantos compañeros más. Esas retas eran siempre súper intensas, a pesar de que la vagoneta tsuru del profesor Daniel Cubillo pasaba encima de las porterías mentándonos la madre y una vez destruyendo la calculadora y el ajedrez de Erick Joyner. No puedo olvidar esas carcajadas colectivas cuando yo tiraba y en partidos consecutivos golpeaba involuntaria y accidentalmente la cara de Bello.  Luego en la facultad de economía nuevamente los viernes eran futboleros en las islas. Esa sensación de correr en equipo sobre el pasto, saberse acompañado por la horda propia y hacer un gol o asistir para uno es incomparable. No sé nada de antropología, pero deportes como el fútbol permiten florecer esos instintos bélicos, de cacería colectiva, de luchar cuerpo a cuerpo y lo mejor: de forma civilizada y bajo unas reglas claras. Provoca ese sentido de pertenencia. Es una oportunidad de sentirnos parte del pasto, como un animal salvaje corriendo por el campo. Por esa razón Maradona es casi un dios para muchos en Argentina. Después de que el orgullo argentino se viera pisoteado por la arrogancia inglesa en la guerra de las Malvinas, aparece un redentor que reivindica a ese país sudamericano sobre la cancha de fútbol. Y no sólo eso, sino que anota uno de esos goles que nadie jamás podrá olvidar, de esos goles que son históricos. Puedo asegurar que muchos argentinos y muchas personas en el mundo recuerdan con mucha más intensidad ese gol que otros momentos históricos, como la caída del mundo de Berlín. Insisto, no sé nada de antropología ni de sociología, pero algo tiene este deporte que causa tantas pasiones. Hay un número especial de la revista La Tempestad y de la revista Foreign Affairs en Español en 2006 donde se esboza un poco esa magia de jugar fútbol. Así veo este deporte. Como una oportunidad de convivir con tus amigos y sudar. Quien haya jugado fútbol con cierta frecuencia me dará la razón cuando digo que se crea una especie de comunicación metafísica con los compañeros de equipo, y ya se sabe dónde puede estar el delantero, el defensa, el portero. Quien dice que el fútbol es un grupo de tarados persiguiendo un balón ignora la complejidad del deporte. Es mucho más que eso. Si uno piensa en el juego como una tarea que consiste en definir la posición óptima de cada jugador en un tiempo específico y en función de la posición del rival y del balón, se dará cuenta de la complejidad. Además de eso, la amistad, lealtad y solidaridad del juego. Yo no veo mucho fútbol en la televisión, ni lo juego a menudo. La última vez que jugué fue hace casi un año. Sin embargo, puedo asegurar que algunos de los momentos más felices e hilarantes de mi vida han sido después de anotar un gol. Tal vez es estúpido, pero así es. Como escribí antes, recuerdo algunos goles tanto como mi examen profesional o algunos otros instantes importantes. Volviendo a mis primeras líneas, se entenderá ahora por qué casi no he jugado en ligas, ya que muchas personas aparentemente juegan con motivaciones muy diferentes y se toman el juego demasiado en serio, echando a perder esa naturalidad y tranquilidad con la que creo que uno debe disfrutar de este deporte. En fin, ya les contaré cómo nos fue hoy.

2 comentarios:

  1. Te falto reseñar mi único y glorioso autogol.

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  2. todavía recuerdo que además del coraje de tener a profesores sumamente amargados que consideraban una falta de respeto el que los estudiantes jugaran futbol afuera del estacionamiento, mi mochila que fue atropellada era nueva, y mi ajedrez quedó destruido jaja. Pero era el precio de tener el famoso viernes fucholero del CCH

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